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Desgaste en profesionales de la salud (segunda parte):


"Para que alguien desarrolle una compasión genuina hacia los demás, primero, él o ella deben tener una base sobre la que cultivar la compasión y esa base es la habilidad de conectar con los sentimientos propios y de cuidar del propio bienestar. Cuidar de los demás requiere cuidar de uno mismo".

TENZIN GYATSO, el 14 Dalai Lama.



Como seres humanos, estamos diseñados biológicamente para evitar el dolor. En mayor o menor grado, todos tendemos a evadir nuestro malestar (sea físico, emocional o mental). Nos cuesta permitirnos sentir el dolor y por lo mismo tampoco nos es natural o fluido el permitirnos empatizar con otro.


Durante la formación como profesionales de la salud se habla mucho sobre la importancia de ser empático, sin embargo, no se va más allá de un planteamiento conceptual. En mis inicios como terapeuta, cuando estaba frente a un consultante que en sesión mostraba mucho dolor y llanto, algo en mí se contraída, a tal nivel, que notaba que ponía cierta barrera emocional para “protegerme”. Pero esa acción a su vez me desconectada del otro y creo que a un nivel subconsciente era percibido, alterándose la relación terapéutica. Un motor importante en mi desarrollo profesional tiene relación con este dilema. Para algunos, el desafío va por el lado de poner ser más empáticos, para otros, el aprender a manejar una hipersensibilidad que puede ser abrumadora (y que por lo mismo a muchos, como yo, los lleva a ponerse duros/fríos como una forma de “lidiar” con esa hipersensibilidad).





Ahora bien, se presenta el dilema de cómo trabajar en el acompañamiento de personas que están sufriendo sin caer en el desgaste por fatiga empática. ¿Acaso hay que ser empáticos pero hasta cierto punto?. No. Para ser útil, sostenidamente útil en este tipo de quehacer esta bien empatizar, pero no “perderse” en dicha empatía… hay que ir al encuentro del otro para poder comprender, pero luego uno tiene que volver a la propia corporalidad/individualidad y conectar por la motivación de ayudar a aliviar dicho sufrimiento y finalmente pasar a la acción compasiva que promueve de forma concreta el alivio. La empatía por si misma es altamente costosa para nuestro cerebro pues activa nuestro sistema de alerta. Por lo mismo es vital no quedarse solo ahí y pasar a la acción compasiva, lo que activa el sistema de calma, seguridad y pertenencia…. Sistema que permite regular al sistema de alerta y así cerebralmente terminar en una vivencia de bienestar.


Por lo mismo creo que es muy importante auto observar si el quehacer clínico es algo que uno siente que lo desgasta o, por el contrario, vitaliza y conecta con una sensación de bienestar. ¿Termino el día agotado o contento y tranquilo? Estoy cada vez más convencido de que la labor de un profesional de la salud no es inherentemente desgastante por el hecho de estar acompañando sufrimiento ajeno, sino que es la forma en la que nos relacionamos con el otro, la forma en la que realizamos nuestra labor la que lleva al desgaste. A veces esa forma tiene relación con dinámicas institucionales y contextuales, algo que no hay que dejar de considerar.


Pero el asunto no basta con cultivar el poder ser un profesional más compasivo, sino que, tal como veremos en la tercera y última parte de esta sección, tiene que haber un equilibrio con la autocompasión…. Aprender a cuidarme para poder cuidar a otros. Resulta muy interesante ver que la propuesta del Entrenamiento en el Cultivo de la Compasión, luego de iniciar con mindfulness y bondad amorosa, continúa hacia el a la autocompasión y el amor a sí mismo (en vez de pasar directamente hacia la compasión hacia otros).



Andrés Vita

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